Expermiento Milgram
¿Por
qué se realizó el experimento?
Los
experimentos comenzaron en julio de 1961,
tres meses después de que Adolf
Eichmann fuera
juzgado y sentenciado a muerte en Jerusalén por crímenes
contra la humanidad durante
el régimen nazi en Alemania.
Milgram ideó estos experimentos para responder a la pregunta:
¿Podría ser que Eichmann y su millón de cómplices en
el Holocausto sólo
estuvieran siguiendo órdenes? ¿Podríamos llamarlos a todos
cómplices?
¿Cuál
fue el método de realizar el experimento?
A
través de un cartel se reclamaban voluntarios para participar en un
ensayo relativo al "estudio
de la memoria y el aprendizaje"
por lo que se les pagaba cuatro dólares (equivalente
a 28 dólares actuales).
A los voluntarios que se presentaron se les ocultó que en realidad
iban a participar en una investigación sobre la obediencia a
la autoridad. Los participantes eran personas de entre 20 y 50 años
de edad de todo tipo de educación.
El
experimento requiere tres personas: El experimentador (el
investigador de la universidad), el "maestro" (el
voluntario que leyó el anuncio en el periódico) y el "alumno"
(un cómplice del experimentador que se hace pasar por participante
en el experimento). El experimentador le explica al participante que
tiene que hacer de maestro, y tiene que castigar con descargas
eléctricas al alumno cada vez que falle una pregunta.
A
continuación, cada uno de los dos participantes escoge un papel de
una caja que determinará su rol en el experimento. El cómplice toma
su papel y dice haber sido designado como "alumno". El
participante voluntario toma el suyo y ve que dice "maestro".
En realidad en ambos papeles ponía "maestro" y así se
consigue que el voluntario con quien se va a experimentar reciba
forzosamente el papel de "maestro".
Separado
por un módulo de vidrio del "maestro", el "alumno"
se sienta en una especie de silla
eléctrica y
se le ata para "impedir un movimiento excesivo". Se le
colocan unos electrodos en
su cuerpo con crema "para evitar quemaduras" y se señala
que las descargas pueden llegar a ser extremadamente dolorosas pero
que no provocarán daños irreversibles. Todo esto lo observa el
participante.
A
los participantes se les comunicaba que el "experimento
estaba siendo grabado",
para que supieran que no podrían negar a posteriori lo ocurrido.
Se
comienza dando tanto al "maestro" como al "alumno"
una descarga real de 45 voltios con
el fin de que el "maestro" compruebe el dolor del castigo y
la sensación desagradable que recibirá su "alumno".
Seguidamente el investigador, sentado en el mismo módulo en el que
se encuentra el "maestro", proporciona al "maestro"
una lista con pares de palabras que ha de enseñar al "alumno".
El "maestro" comienza leyendo la lista a éste y tras
finalizar le leerá únicamente la primera mitad de los pares de
palabras dando al "alumno" cuatro posibles respuestas para
cada una de ellas. Éste indicará cuál de estas palabras
corresponde con su par leída presionando un botón (del 1 al 4 en
función de cuál cree que es la correcta). Si la respuesta es
errónea, el "alumno" recibirá del "maestro" una
primera descarga de 15 voltios que irá aumentando en intensidad
hasta los 30 niveles de descarga existentes, es decir, 450 voltios.
Si es correcta, se pasará a la palabra siguiente.
El
"maestro" cree que está dando descargas al "alumno"
cuando en realidad todo es una simulación. El "alumno" ha
sido previamente aleccionado por el investigador para que vaya
simulando los efectos de las sucesivas descargas. Así, a medida que
el nivel de descarga aumenta, el "alumno" comienza a
golpear en el vidrio que lo separa del "maestro" y se queja
de su condición de enfermo del corazón, luego aullará de dolor,
pedirá el fin del experimento, y finalmente, al alcanzarse los 270
voltios, gritará de agonía. Lo que el participante escucha es en
realidad una grabación de gemidos y gritos de dolor. Si el nivel de
supuesto dolor alcanza los 300 voltios, el "alumno" dejará
de responder a las preguntas y se producirán estertores previos
al coma.
Por
lo general, cuando los "maestros" alcanzaban los 75
voltios, se ponían nerviosos ante las quejas de dolor de sus
"alumnos" y deseaban parar el experimento, pero la férrea
autoridad del investigador les hacía continuar. Al llegar a los 135
voltios, muchos de los "maestros" se detenían y se
preguntaban el propósito del experimento. Cierto número continuaba
asegurando que ellos no se hacían responsables de las posibles
consecuencias. Algunos participantes incluso comenzaban a reír
nerviosos al oír los gritos de dolor provenientes de su "alumno".
Si
el "maestro" expresaba al investigador su deseo de no
continuar, éste le indicaba imperativamente y según el grado:
-
Continúe, por favor.
-
El experimento requiere que usted continúe.
-
Es absolutamente esencial que usted continúe.
-
Usted no tiene opción alguna. Debe continuar.
Si
después de esta última frase el "maestro" se negaba a
continuar, se paraba el experimento. Si no, se detenía después de
que hubiera administrado el máximo de 450 voltios tres veces
seguidas.
¿Cuáles
fueron los resultados?
El
desconcierto fue grande cuando se comprobó que el 65% de los sujetos
que participaron como "maestros" en el experimento
administraron el voltaje límite de 450 a sus "alumnos",
aunque a muchos el hacerlo les colocase en una situación
absolutamente incómoda. Ningún participante paró en el nivel de
300 voltios, límite en el que el alumno dejaba de dar señales de
vida.
Comentarios
Publicar un comentario